Como cada vez que asume un gobierno, se extiende en los medios la expresión “luna de miel” para aludir a la ilusión con que la sociedad recibiría a cada presidente que asume, que le daría carta blanca para actuar en los primeros meses de gobierno. Los índices que permiten realizar una comparación a lo largo del tiempo indican que no es una regla para todos los mandatarios entrantes, dado que no se registra una regularidad en la proporción de aumento de la confianza ni en su duración en el tiempo.
Tomando por caso el índice que elabora mensualmente la ICG UTDT, que permite una comparación basada en parámetros idénticos (cosa que no permiten las eventuales encuestas de opinión o de imagen de un presidente, que suelen preguntar distintos aspectos a grupos de población diferentes) se observa que el voto de confianza ha sido muy variable en los últimos años. Esta variación se observa incluso para el mismo funcionario, como puede verse en el índice de gobernabilidad en las dos asunciones de Cristina Fernández, cuyo mayor voto de confianza de la sociedad no fue en el inicio de sus gestiones sino luego del fallecimiento de su marido, el expresidente Néstor Kirchner en noviembre de 2010.
A su vez, el aumento de la confianza tampoco guarda relación directa con la comunicación, como se analizó en detalle en La comunicación pública como espectáculo. El aumento incremental que tuvo la comunicación mediática y la propaganda en los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández no guarda relación con las oscilaciones de confianza que registraron a lo largo de sus mandatos. Un dato interesante que ofrece la evolución del índice muestra una caída abrupta entre diciembre de 2007 y marzo de 2008, meses previos a la crisis de gobierno surgida de la discusión por las retenciones al agro. Contrariamente a lo que suele pensarse, la caída de confianza fue previa a que esa crisis se desatara y fue levemente recuperada durante los meses siguientes, en los que el conflicto fue desarrollándose. El cuadro muestra la evolución de un índice que en su confección incluye cinco indicadores (gobernabilidad, interés general, gasto público, honestidad y capacidad), que puede cruzarse con los hitos de gobierno para ponderar el impacto que habrían tenido en la percepción social de la gobernabilidad.
(A. Amado, por CIC)
